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Rizpa, la mujer que estuvo sobre la peña.


Hola, mi nombre es Rizpa, soy una mujer que por poco tiempo gocé de los privilegios de la esposa de un rey.

Pero después con el paso de los años y con las malas decisiones que mi esposo el rey tomaba, sin consultar a Dios, y de pronto entre guerras y conflictos perdí a mi esposo. Y ahora soy viuda.

Soy viuda y también me quede sin hijos.

Al enfrentar la muerte de mi esposo tuve que sacar fuerzas para reponerme del dolor y enfrentar la vida para sacar a mis hijos adelante. Para ofrecerles un futuro mejor y para cuidar de ellos lo mejor que podía.

Pero una mañana los soldados del rey tocaron a mi puerta, y sin más explicaciones se llevaron a mis hijos, para entregarlos en manos de los Gabaonitas, que querían venganza por la matanza que había hecho mi esposo el rey cuando aún vivía.

Ese mismo día murieron mis dos hijos, junto con los hijos de otra mujer… todos fueron muertos, y expuestos delante de la presencia de Jehová.

Entonces supe lo que es el dolor, la impotencia, la desesperación.

Fue entonces que en mi angustia tomé una decisión…. Impulsada tal vez por el dolor, me aferre a presentar mi lamento delante de aquel Dios en el cual yo siempre había creído…

Llore mi pérdida delante de Jehová, el Dios de mi pueblo, el Dios de mi vida, el Dios en el cual mis padres me habían enseñado a esperar.

Entonces entre en mi casa, y busque el manto de silicio que guardaba para momentos como este, momentos de gran tristeza, momentos de profundo dolor, momentos donde tu dolor no se calma con nada… allí estaba yo desesperada, buscando el manto de silicio sobre el cual llorar mi pena.

Lo encontré, entre mis cosas, entonces salí corriendo hacia el lugar donde habían ejecutado a mis hijos los príncipes.. Los hijos del rey.

Mis hijos en los cuales yo había depositado mi confianza, y por los cuales yo luchaba con todas mis fuerzas cada día para darles un mejor futuro.. ahora solo tenía sus cuerpos sin vida frente a mí.

Cuando llegue al lugar mis amigas aun me seguían, intentaban hacerme entrar en razón, diciéndome que ya no había nada que hacer.

Trataban de hacerme volver a casa, prometían estar conmigo… pero al verme aferrada en ese lugar, poco a poco se fueron a sus lugares… cada una me dejo, volvían a sus propias vidas… y me dejaron sola con mi dolor.

Entonces tome conmigo lo único que llevaba, mi manto de silicio, y lo tendí para mí, sobre la peña, desde la cual podía ver los cuerpos sin vida de mis hijos, la peña desde la cual podía espantar las aves del cielo que llegaban cada día a querer devorar los cuerpos de mis hijos…

Allí estaba yo, tendida sobre mi manto de silicio, sobre la peña, desde la cual podía espantar las fieras del campo que pretendían despedazar los cuerpos sin vida de mis hijos… de lo que era mío.

Cuando Dios me bendijo con esos hijos, yo prometí cuidar de ellos, y allí me tenías… tendida sobre mi manto, sobre la peña.

Allí estaba yo, día y noche, llorando mi pena, ofreciendo mi dolor al único Dios verdadero, aunque no entendía en ese momento la prueba tan difícil, aunque hubo momentos en los que parecía que no podría levantarme, fueron muchas noches sin dormir, el cansancio me agotaba, y fueron muchos días que el sol abrazador me consumía, me quemaba…

No sé cuántos días pasaron, solo sé que hubo momentos en los que pensé que no podría levantarme, en los que sentía desfallecer, me sentía tan sola.

Hubo días en los que ya nadie pasaba por allí… y algunos que me vieron hasta dijeron de mí: Rizpa se volvió loca, el dolor la hizo enloquecer, ya no sabe lo que hace, ya no sabe lo que dice.

Pero no me importó pues yo sabía que mi Dios me miraba… yo sabía que Dios volvería su mirada hacia mí. Y respondería a mi clamor.

Yo solo quería que Dios viera mi dolor… que Dios aceptara esa ofrenda de dolor. Que mi tristeza llegara hasta su presencia y Su corazón fuera movido a misericordia.

Ya no importaba mi dolor, yo solo quería el favor de Dios para mi pueblo, para mi nación.

Buscaba a través de mi “locura” que Dios se olvidará de los pecados de mis antepasados y mandará de nuevo la lluvia de bendición para mi casa, para mi hogar… para mi pueblo, para mi nación.

Y aún recuerdo el día que llegó el favor de Dios, comencé a ver las nubes avanzando sobre el cielo azul… entonces supe que ese el día que Jehová respondería a mi clamor.

Todos pensaron que se avecinaba una gran tormenta, pero para mí, era el fin de mi tempestad.

Fue ese día que llegó a oídos del rey mi dolor, mi sufrimiento, y entonces recibí el favor del rey, y ví con mis ojos como mis hijos aunque estaban muertos recibieron su honor como príncipes. Como hijos de rey.

Ahora todos me miran y me saludan, y dicen de mí: allí va Rizpa, la mujer que estuvo sobre la peña hasta que vio llover.


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